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SOBRE EL FÚTBOL

Por Néstor Cruz Tijerina*

Ensenada.- Esto lo escribí hace como tres años, pero lo rescato a propósito de la reciente enagenación futbolera:

El fútbol en sí no tiene la culpa de ser un distractor social.

El fútbol es el reflejo de nuestra condición humana: nos encanta porque, como sabemos, no nos requiere mayor preparación física, promoviéndonos la mediocridad; se puede observar por la tele con unas cheves, permitiéndonos nuestra peor adicción y hace que nos olvidemos de los problemas más graves que nos afectan como sociedad, ayudándonos a justificar nuestra irresponsabilidad.

Además, el fútbol es utilizado por Felipe Calderón *ahora Peña Nieto* y demás funcionarios ineptos para convocarnos a la «unidad», a «tener fe en que sí se puede», a olvidar todo lo malo -49 bebés rostizados, 4991 ejecutados en el país en medio año (fuente El Universal), etcétera-

Aparte, en el caso de la selección mexicana de fútbol, los medios de comunicación más poderosos llegan a la cúspide de su nivel de enajenación y estupidez: los once en cuestión -generalmente «fresitas» venidos a más- se convierten en representantes de nuestras vidas, cultura, consciencia… son dioses. Y todos sabemos en realidad lo que son con base en sus resultados.

Más interesante que ver un partido de fútbol, es observar a los bien llamados desde el punto de vista etimológico de la palabra «fanáticos»: experimentan emociones que ni sus hijos, esposas o amigos despiertan. ¿Qué significa esto? Que la gente -ésa gente- lleva vidas tan monótonas, tan miserables, tan llenas de vacíos gracias a trabajos mediocres y falta de oportunidades de desarrollo económico, educativo y cultural… es tanto su desencanto de la vida, que dan todo de sí en el partido del que tanto han escuchado en los medios: se exaltan, gritan, lloran y maldicen a los once en cuestión, de acuerdo con sus patadas intrascendentes al balón.

Otro asunto importante es la cantidad de dinero que suelta el mexicano promedio a esta gente a través del consumo desproporcionado que provoca la enajenación. Sólo Javier Aguirre *ahora El Piojo noséqué* por gritarle a los once en cuestión recibe un millón 800 mil dólares anuales *ahora seguro debe ser más*.

Esto, claro, más la cantidad extraorbitante que seguro gana por prestar su imagen para campañas «evangelizadoras» como la Iniciativa México -concebida por los principales evasores fiscales y generadores de ignorancia- que promueve que ya no nos manifestemos, que ya dejemos en paz al pobrecito gobierno, que la solución está en dejar de dar mordidas y en tener limpio nuestro patio -wtf-… iniciativas, por cierto, destinadas a que nuestra clase política siga haciendo, a gusto, la fiesta en el chiquero. Sin metáfora: robándonos, asesinándonos, empobreciéndonos y contaminándonos.

Entonces, yo no veo esto del fútbol como algo que simplemente hay que disfrutar como espectáculo. El fútbol, como planteo al principio, es el triste espectáculo de nuestra existencia misma, de nuestra desobligación como ciudadanos y de nuestra ineficacia como país.

*Néstor Cruz es periodista, Director de la Revista Reportaje. Entusiasta de la literatura. Estudiante de fútbol en la Escuela del Real Madrid del Cañón de Doña Petra, construida sobre otrora bellos árboles y encinos por capricho y gracia del panzón César Mancillas, sabe dios si con recursos del Ramo 33.




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