Por Martín Antonio Espinoza Guerrero
Ensenada.- El Valor que dice el humano, muy distinto al valor humano. No por nada se le llama «el oro negro», ya que recordemos que el oro, en épocas antiguas (si no prehistóricas, al menos pre importantes) sería la razón principal de violentas disputas, legendarias y casi fantásticas.
Cuando los hombres eran «bárbaros» y los preceptos de civilización no estaban instaurados en papel, burocracia y ley.
El tiempo ha visto como la humanidad se deprava ante la materia que considera importante. Podríamos meternos en un entre filosófico sobre el verdadero valor de dicho objeto, ya que vemos que el ser humano en realidad pierde la cabeza al ver que tiene que compartir espacio de cualquier tipo. Material, geográfico, ideológico… Tan solo veamos lo enorme que puede tornarse una simple disputa de creencias, al punto en que dos religiones quieran matarse la una a la otra. Ahora, la disputa se vuelve igual de ensangrentada al discutir por un espacio.
La idea de que alguien obtenga algo que nosotros no tenemos dispara un instinto bastante primitivo del ser humano. Quizá, seamos una raza que se expande por naturaleza. Que desde épocas tribales luchaba con el vecino para facilitar su supervivencia, ya que el ganador de una guerra siempre se queda con la riqueza del contrario. Y así, de manera sencilla, hay menos gente con más qué disfrutar.
Nos damos cuenta que en realidad el oro no es valioso por sí mismo, sino por la necesidad del hombre por evaluar las cosas entre sí. La única necesidad de que algo vale más que otra cosa es para establecer la cantidad de beneficio que tenemos entre nosotros. Así que siempre queremos tener más beneficio que todos. El oro tiene muchas caras. Dijimos que puede ser territorio, puede ser cantidad de comida, puede ser incluso algo tan inconsistente como un puesto social. Que ya sabemos que la calidad de un ser humano se compra. O no: licenciado, doctor, maestro.
Pero hay una manera que ha tomado importancia en las últimas décadas. Después de que el mundo ha sido terminado de explorar, constituido en sus partes, se centra la atención en un cierto material, que no solo su valor es denominativo, si no práctico. El petróleo es una de las bases que conforman nuestra hegemonía actual. Entre varias otras aplicaciones, es la principal herramienta de transporte, al ser el combustible, y pues todos nos movemos en autos. Si vemos en la tele todos los días que la gasolina, que la privatización de empresas, estos problemas empiezan por la escasez de tan preciado material en ciertos países.
Es complicado el panorama mundial de qué nación tiene qué recursos, pero lo que sí es que se puede observar de una manera casi cómica (digo casi si no murieran tantas personas por ello) la aplicación retrógrada de algunos gobiernos por obtenerlo. Tanto que tengan que inventar un problema en contra de culturas distintas, y pues como son tan diferentes es fácil agarrarse de cualquier característica para satanizarla y decirle a su pueblo que son malos y deben ser erradicados, o “ayudados” en cómo gobernar su país. Ir a invadir medio oriente con la bandera de acabar con el terrorismo, cuando en verdad quieren cavar agujeros en toda la tierra santa para buscar combustible y vendérselo al resto del mundo.
Luego tenemos el otro tipo de conquista, la más pacífica (o al menos sin violencia física aparente), que es la de los tratos en México. Los gobernantes se dan cuenta de que tenemos algo de materia prima, pero en lugar de invertir tiempo y esfuerzo en un plan para incrementar nuestra infraestructura, prefieren venderla al extranjero, para que después de tratar el producto y empaquetarlo en un 7 y un 11, nos lo puedan vender más caro a nosotros, los que no tomamos esa decisión, los que no vamos a ver un centavo de esa venta.
A la larga sería mucho más productivo un verdadero plan para manejar nuestros recursos… ¿pero quién quiere eso? Si es mucho más rápido firmar unos papeles y ya no preocuparse por el mantenimiento de PEMEX ni de empresas mexicanas. No, es mejor ir regalando poco a poco el territorio, quizá no geográfico, pero como dijimos anteriormente: el ser humano tiene tantas denominaciones para determinar el valor. Tantas que es capaz de anteponer el bienestar de los que nacieron en su misma nación, aquellos a quienes promete servir con honestidad enfrente de una bandera, anteponer en contra de dinero rápido para las altas esferas.
Yo por eso a veces dudo si el valor de levantar la mano en pro de promesas valga un poco más que una piedra sacada de algún pozo, o si en realidad una pipa de lodo negro valga tantas muertes en oriente y tantos muertos de hambre aquí.