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Este año quiero dejar de ser gorda

Por Néstor Cruz Tijerina*

¿2013? ¿2014? ¿Es en serio? No seamos ridículos: nada termina. Nada empieza. Para el empleado que espera con ansias su catorcena para malvivir, nada termina el 31 de diciembre. Ni empieza el dos de enero que regresa al jornal. Para el actor porno que se echa a las mujeres más ricas del mundo, la felicidad no termina. Ni empieza tampoco, ya es -maldito Pelón de Brazzers, lo odio-.

Bueno, sí hay algo que empieza el primero de enero: chingo de impuestos nuevos y aumento al precio de casi todo. Y terminan las facturas impresas. (Nótese el pavor fiscal)

Pero en serio, tienes que haber quedado idiota funcional a los 5 años para ser un adulto que cree que hay un gran reset universal cada 365 días. Los años simplemente son medidas de tiempo, y éste es infinito. Nosotros los humanos, comparados con él, sólo somos partículas de polen que a veces provocamos algún estornudo. O un pequeño grano cosquilloso en el inconmensurable culo universal.

Si sólo tienes deseos para cambiar al año siguiente, pero no mueves un dedo para que suceda y así se te va la vida, en serio que eres muy triste. Te informo: TODOS los días son el correcto para empezar un cambio. TODOS los días puedes iniciar la rutina para dejar de ser una ofensiva gorda en leggings. TODOS los días puedes dejar de, no sé, tragar maruchans por gula para ahorrar y que este año sí te puedas ir a, no sé, Rosarito… a pistear… o a ver a gringos pistear… más caro.

En serio no sé, todos los objetivos que nos hagamos tragando uvas el 31 de diciembre son válidos. No soy ningún policía moral para juzgar los deseos de nadie, por más bizarros que sean. Pero por el Poder de Grayskull: no sean malditos supersticiosos de creer que hay que empezar el año para cambiar lo que sabemos de antemano que está jodido.

Es como la ilusión del esclavo moderno que espera con ansias locas el viernes para poder ir a empedarse. ¿Qué es eso? ¿La vida es un asco entre semana y el fin se arregla, en vez de dejar ese trabajo asqueroso que no me gusta? ¿Este año pistié y lloré como Magdalena por la jainita que me dejó por otro, pero el que entra la olvidaré y seré pleno con otra más buena?

Claro que cuesta tiempo olvidar, o agarrar valor, o dejar de lloriquear por las heridas que nos hace el tiempo. Pero el nuestro, nuestro tiempo, es demasiado breve. Y en un segundo de ese largo año ya somos adolescentes, o adultos jóvenes, o viejos, o viejititos, y todas las cosas que soñamos en esos treintayunos de diciembre se quedaron en la libreta de cosas por hacer.

Cierto es que debemos de mantener los sueños y las ilusiones, porque sin ellas sólo seríamos burócratas de la vida que se tardaron más en el trámite que en el beneficio. En otras palabras, que trabajaron toda su vida para enriquecer y hacer felices a otros que, cuando estamos viejos y ya no servimos, nos «regalan» pensiones para seguir malviviendo los respiros que nos quedan.

Ya en serio, otra vez, me gustaría que este fuera un manifiesto de rebeldía con uno mismo para todos los días, no sólo para este 31 de diciembre: no hay que tener miedo a emprender el negocio, el viaje, el camino a las cosas a veces tan simples y estúpidas que nos dan felicidad.

En mi caso: perderme en un cerro en bicicleta; aventarle en la cara el trabajo a un jefe ojete que se creía Supermán frente a uno; poder ahorrar para regalarle un viaje inolvidable a mi hija; reiniciar proyectos empesariales; seguir imaginando cosas que se puedan expresar de forma distinta con las palabras.

Recientemente regresé a Chichen Itza luego de 8 años. En ese entonces, en compañía de otra persona subí muy agusto la pirámide de Kukulkán. Pero en estos días nos dijeron a mi niña y a mí que ya no se podía porque hace poco unos malditos jipis se pusieron a copular y a drogar en la cima, ya que estaban celebrando el inicio de la era del wuawuawua…

Esos jipis odiosos que nos privaron de tan bella vista, ¿hoy son diferentes porque se bañaron con los rayos de sol del kulositzinzotzin? Lo dudo. Cuando mucho, están en un centro de rehabilitación, o muertos de un pasón, o vendiendo galletas de sida en alguna esquina con su tamborcito.

Ya pues, otra vez me pongo serio. Por favor: no eduquen a sus hijos en el arte de la charlatanería de calzones rojos y demás onanismo mental. Ni faltan menos años para que llegue Baphomet, ni se abre una oportunidad nueva con la fecha -a menos que seas Televisa y empieces el año pagando menos impuestos-, ni dejarás de ser un gordo bofo si sigues pisteando como si en el fondo buscaras el olvido y la felicidad.

Mejor cambia la actitud. Ama mucho a quien lo merezca y sigue aprendiendo de las personas que se preocuparon por estudiar algo, o simplemente tienen un talento. Y síguele soñando con las cosas que están a un clic o a un paso. O a un beso y un abrazo. Son mis mejores deseos para este 2014.

*Néstor Cruz es Periodista, Director de la Revista Reportaje. Entusiasta de la literatura y de los buenos deseos en fechas especiales. Ex jipi del tamborcito.

 

 




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