Por Néstor Cruz Tijerina
Ensenada.- A propósito de que Ensenada es la ciudad con más gordos del estado, que a su vez es el terreno con más gordos del país, el cual es el lugar con más gordos del mundo:
El otro día platicaba con una exnovia que tiene un hijo muy panzoncito, pero mucho, y yo le preguntaba por qué: por qué fregarle la vida así al niño, por qué permitirlo, por qué tenía que pasar la vergüenza de no poder hacer los ejercicios en la clase muestra de gimnasia, por qué no evitarle la frustración de ser el único que no podía superar el pasamanos en el parque, por qué llevarlo al punto de que una corridita de 100 metros lo bofee… por qué permitir que dentro de muy poquito se enferme de algo serio, crónico, irrecuperable…
Y entonces mi ex me dijo algo muy interesante: ellos pasaron pobreza hace unos años. Comían espagueti todos los días, con algo de carne, a veces. Bolillo y su masa, sin tirarla, como hacemos algunos. Tortillas con chile, o queso, o algo que «hiciera panza». Y así sobrevivieron, estirando el dinero, racionando la comida.
Después vinieron mejores tiempos. Entró de burócrata de algo y no es que ahora fuera rica -los burócratas siguen estando más cerca de un pepenador que de un millonario, aunque ellos se empeñen en creer lo contrario con su Iphone y su ropa de marca popular, sin un centavo para nada más-…
El caso es que ahora ya no le faltaba dinero para comprar comida; pero pasó algo muy interesante, digno de estudio para psicólogos o sociólogos: comenzó a comprar un montón de alimento. Y de todo tipo, no sólo la dieta balanceada, sino pastelitos, dulces, carne a lo bestia, papitas, sodas… «mi hijo no volverá a pasar hambre», me dijo.
Y ah, oh, sentí como que algo se me reveló. No sólo mi querida ex ha pasado hambre, o ha sentido en algún momento que su crío está desprotegido: en este país al menos 50 millones de personas han vivido con hambre en algún momento de su vida, según el INEGI, pero, si han logrado incorporarse al mercado de esclavos llamado vida laboral, pues ya les alcanza para comer de todo.
Así que se juntan las frustraciones en algún momento de la vida con la falta de información y sentido común: ahora a todos nos alcanza para tragar coca cola e ir al mcdonalds por un mc-asco lleno de grasa. Todos podemos ir por papitas y chocolates, y comprar un aceite vegetal de dudosa procedencia para freír todo, desde tortillas hasta tortas, pasando por el puerco, la res, etcétera.
A todos nos alcanza para ir por las tutidonas y luego echarnos a ver un rato la telenovela, o el videojuego, o la computadora, para huevonear, pues. Porque algo que a todos nos ha enseñado la pobreza es que morir de hambre debe ser horrible.
Y pareciera un bonito sistema para la industria alimenticia que la gente se siga poniendo más y más gorda mientras compra su producto. Finalmente, muchas de esas empresas – Bimbo, para no ir más lejos- quitan y ponen presidentes con su poder económico. Pero qué pasa: un montón de gordos también son un gran problema para el Estado, el cual gasta y gasta en curar diabetes, hipertensión y demás desgracias; dinero que bien podrían estarse… ¿robando? Bueno, ése ya es otro cuento.
El caso es que hasta televisa siente cargo de conciencia y le dice a su público consumidor que no la chingue, que salga a trotar aunque sea media hora, que no mamen, que si se mueren ya no van a poder seguir comprando fregaderas, que no la amuelen, oigan…
Y no es por bancar a televisa, pero neta que la gente sí se ha hecho muy huevona; ora por frustración de la vida laboral y familiar; ora porque nunca tuvieron un papá que les pusiera el ejemplo; ora porque el vicio consumible o electrónico es demasiado fuerte; ora porque de verdad están idiotas al sentirse buenos padres cuando ven que el mocoso se atraganta de cosas dulces, y eso lo relacionan con «salud» y con «cumplirle».
Yo no digo que todos traguen pasto y se metan al «gym». Yo digo que no sean tarados y que no se suiciden ni asesinen así a sus hijos.
Deveras, aquí en Ensenada no pueden dar un maldito paso sin el carro; y tienen la desfachatez de burlarse o aventarle el carro a los que andamos a veces en bici; y dicen que el micro es «pa nacos». Y en serio que el transporte público aquí está bien jodido y caro, pero un país bien hecho depende del transporte público no sólo para que su gente camine tantito y no esté tan marrana, sino porque así no contamina tanto y le hace un bien a su mundo.
Pero qué podíamos esperar del ensenadense anodino promedio, que por un lado tiene la ciudad con el índice más elevado per cápita de automóviles, y por otro es un cochi activista de los perritos y de nada más.
El otro día casi me vomito en la macroplaza cuando vi un anuncio de un par de panzonas modelando como cliché de revista con la leyenda «tallas exxxtra: tú también eres sexy»… mamesss, fue lo que pensé: qué sexy va a ser esa enfermedad, ser un huevón, glotón y además un atentado a la sexualidad; porque, pues, copular una mole no es nada sexy, dicen…
Y de verdad, no me gustaría que alguien por aquí pensara que soy racista o fóbico o algo así, o que digan que los gordos están enfermitos y que tienen un problemita… sí, hay quien está amolado de la tiroides, o a quien se le descompuso algo del cuerpo y ya no se puede mover bien. Pero, ¿y tooodos los demás?
Para mí, desde todo lo arbitrario e intolerante de mi opinión, nunca tendrá justificación que no te quieras y permitas que tu cuerpo se convierta en un bulto. Nunca será bien visto que te enfermes por indolencia. Pero bueno, también qué se puede esperar de ciudadanos que no se preocupan por alimentar la mente, ejercitar la imaginación y reproducir el conocimiento.
Y si me leo enojado, créanme que más enojado me siento cuando los niños, al principio de su vida, quieren que sus papás corran con ellos en la playa, o en el parque, y el gordo inútil que los engendró los ignora, rechaza y de paso, los desalienta, para seguir esa cadenita de obesidad que poco a poco está minando a nuestra raza humana.
Bueno, ya, le paro que en un segundo me sale el resentimiento -no odio- contra esa gente. Y concluyo con lo que le respondí a mi ex cuando me preguntó si yo no andaría con una gorda, luego de conocer mi posición:
«No , y no porque sea un mamón que las quiere modelitos, sino porque alguien que no se quiere no podrá ser buena pareja de nadie… y sí, puede que sean más cariñositas que las buenotas alzadas, pero así como ustedes a veces buscan genéticamente que el macho tenga dinero para fortalecer el nido, yo busco que la hembra me garantice críos fuertes, que con su buen ejemplo mejoren la especie, así, como los animales que somos. Yo no quiero que me consientan con pastelitos. Yo quiero una mujer que sepa distinguir lo que está bien de lo que está mal. Y la enfermedad jamás estará bien, así como la buena salud nunca estará mal.».
Creo que está de más contar por qué ella ahora es mi ex. Y, supongo, no es tanto porque sea un ridículo: simplemente me preocupa mucho lo que pasa con el país y no quiero repetir patrones en mi propio círculo familiar.
Hacia afuera, de mi parte, los gorditos tienen todo mi respeto; pero hacia adentro, en lo que depende de mí que somos nadamás mi hija y yo, no lo reproduciré mientras tenga piernas y dos dedos de frente.