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¿Te acuerdas?

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Por Martín Espinoza

Ensenada.- Te acuerdas cuando te contaban  cuentos de hadas? En una época de más atrás, cuando eras niño. Cuando sólo esperabas que sonara la campana para salir disparado de la escuela. Todo enterregado de haber jugado en los patios o del camino a casa. Pasar a al tiendita por una naranja con Lucas, una coca en vidrio y las papitas, gastando en total un billete de diez pesos y todavía regresar con feria. Luego llegabas a la casa a aventarte la tardeada de caricaturas, hacer un kame hame ha con Gokú, ensamblar el Megazord y transofrmar Transformers. Llegar al ocaso para jugar con la pelota y hacer la tarea. Y cuando llegaba la noche, te arropaban y te sumergían a tierras inexistentes.

Te acuerdas? De las tierras místicas e inimaginables, que alegaban tener magia en tiempos medievales. Cuando, la existencia de un dragón en algún tiempo remoto no era nada ridícula, y soñabas con enormes tesoros al final de la búsqueda de un héroe. Esos recuerdos, en la edad en que la línea de lo posible se difuminaba.

Bien curioso, porque te aprendías toda la letanía fantástica de las caricaturas y los cuentos, pero las clases de historia de la eswcuela, las mandabas por un tubo. A ti no te importaba que si Benito Juárez, que si los Mayas, que si la Revolución, pero las lecciones eran eternas, y te las tenías que devorar toditas. Recibiendo los montones de letras de los “libros de texto gratuitos” y volver a la bobina rutinaria de salir corriendo con el timbre. Pero lo que nunca te detuviste a pensar es que esos libros tenían una información curiosa, que explicaba un fenómeno que los estudiantes de hoy no conocen ni conocerán como lo que alguna vez fue y su rareza actual es oriunda de pocas naciones: los días feriados.

En ese tiempo del que te hablo, lo normal era esperar la apreciada fecha para gozar de un día de descanso de la escuela. Las actividades cambiaban en todo el país. Que la quermés por el día de la independencia, la obra de teatro de patio del Día de la Raza, la exposición matutina de oratoria del Día de la Bandera. Todo para que al final el pequeño mexicano gozara de un día sin uniforme y quizá en el que lo llevarían sus familiaes a desayunar a algún lugar inusual para celebrar.

Pero hoy, esta costumbre se ve en peligro de extinción al haber la sociedad dado paso a una reforma sin siquiera haber analizado las posibilidades, las consecuencias. Antes, el día laboral se liberaba en la fecha precisa, y esto ha sido cambiado desde hace algunos años a darlo «el lunes de esa misma semana». Analicemos las consecuencias de este hecho llevadas a la exageración paranócia (que me encanta) mediante un ejemplo. Este pasado lunes pudimos observar el festejo de dos fechas que orbitan en cercanía. Yo no me di cuenta por que soy egresado y auto empleado, así que eso de «cuándo se festeja qué» no me pasa hasta que pasa. Pero el mero día, escuché en la radio (se dica «la radio», o «el radio»?) un saludo que ni me acuerdo cómo, pero enunciaba el natalicio de Don Benito Juárez y La Expropiación Petrolera. Dos sucesos que conmemoran épocas en las que nuestra nación obtiene una soberanía en distintos rubros.

Mira, yo no soy para nada nacionalista, y de hecho me choca esa gente que se da de topes por el águila y se baña en su propia sangre azteca, y que peyote y no sé qué otras ondas hippies, pero dimensiono el peligro. Festejamos dos fechas importntes el otro día «porque las tenemos que festejar».

Ya no se trata siquiera de la importancia de lo que representa la fecha ni del homenaje, si no de la reducción al suceso de no trabajar, el cual es ahora transferible e inamovible. Casi como si fuera un bono o un premio, pero con todo y el recibo de pago, por si no te gusta lo puedes regresar. Así de frívolo. Poco a poco, la hegemonía actual nos aleja del significado de lo que ahora creemos es una mancha en el calendario. Muchos pasamos ese lunes igual, sabiendo que no se trabajaba, pero ni se sabía por qué. Es el efecto logrado de separarnos ideológicamente de nuestra patria. Y no patria como territorio, o como asunto nacionalista de arraigo al pasado, si no como una unión con intereses por el bienestar humano. A eso se refieren nuestras litorales, para que todos los que convivimos dentro nos cuidemos unos a otros. Que exijamos a quienes reparten la riqueza que se nos dé lo que merecemos.

Alejándonos de los conceptos patrióticos, poco a poco la sociedad entra en una mediocridad parcial. No digo que se deba procurar una identidad mexicana, pero hay qué reconocer los pasos que nos han traído a nuestra libertad. Celebrar no sólo el día o la tradición, si no lo que representa. Cuántos sabrán que los acontecimientos que se conmemoran esta semana fueron lo que dio a la patria un respeto por sí mismo, por las garantías individuales, la consideración de las riquezas que nos pertenecen, la soberanía de ideales por sobre el control ideológico en nuestra educación? Cuántos sabrán qué es lo que sufrió México antes de que estos días pasaran a marcarse en unas hojas que te dan al inicio del ciclo escolar? Cuántos saben los valores de su país?

Por eso no podemos permitir que se nos enajene con «reformas» disfrazadas de beneficios, que lo único que logran es distanciarnos de nuestro México. De la historia llena de letras en aquel libro amarillo que cada vez se recorta más de nuestro plan educativo, pero que nunca se recortará de las almas de quienes conocimos el orgullo de ser mexicano.

Acuérdate de cuando te contaban cuentos de hadas. De reinos, héroes, castillos y tesoros. Acuérdate porque pronto explicarás de tal manera, a tus hijos, una realidad que ya casi no se recorta de la fantasía. Acuérdate de la magia que tenía México. Cuando era una tierra legendaria libre y soberana. Su tesoro era el petróleo que trabajaba, sus héroes lo liberaban de la opresión en la educación, y el dragón a combatir eran todos esos agresores que querían quitarnos nuestro territorio, física e ideológicamente.

Acuérdate porque puede ser que esa realidad que te tocó vivir a ti, tengas que contársela a tus hijos como nada más que un cuento de hadas.

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